jueves, 14 de noviembre de 2013
CASTILLO DE NAIPES
Ya había dejado de ser Celemín. Todos lo reconocían como Cele, el jovencito que destacaba dentro del castillo en áreas a las que se le atribuía especial distinción. Entre ellas la de competiciones y torneos de tinte atlético. No es que sobresaliera entre las grandes figuras, pero había tenido alguna actuación relevante en ciertas competiciones en las que había participado. Esta fue la razón por la que, en momentos extraordinarios, salía del castillo para batirse en duelos con competentes deportistas.
Pero Cele se encontraba extraño en las disputas con atletas destacados. "Extraño y fuera de lugar", entre tantas figuras. Tenía la impresión de que, a lo largo de su aún corta existencia, se iban repitiendo no pocas circunstancias y acontecimientos en los que se sentía presa de esa misma sensación: participar por accidente en algo en lo que inicialmente no parecía estar destinado para él. Este supuesto intrusismo le configuraban como una persona sumida en una vivencia contrapuesta: por un lado sentirse en una atmósfera de grandiosidad, tocando lo sublime, participando de lo reservado a los dioses del Olimpo...; y por otra, cercano a la vulgaridad, la mediocridad, rondando el fango de los "desheredados".
¿O tal vez esta perspectiva de sentimiento dual, era la común a todos los mortales? ¿Pasar por la vida a caballo entre la grandeza y la miseria? ¿Es esto lo que identifica a la especie como genuinamente humana?
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Lo tiene claro el loco, en su visión desmesurada de la vida: “no hay grandeza para los que volvieron del exilio” (“¿de qué exilio, loco?”) Y el loco se siente sorprendido por la duda.
El exilio de aquellos que abandonaron su lugar, su pequeño huerto, sus amigos de infancia, a la chica de pecas que fue su primer amor... Enloquecieron en la búsqueda por aspirar a metas demasiado sublimes.
(¿Qué dices, loco? La esencia de la vida está en perseguir la gloria, el crédito, la riqueza, el poder, la mujer ideal..., no darse nunca por vencido...)
Al final, la historia pone a cada uno en su sitio. Los hijos de los reyes reciben la herencia gratuita por haber nacido en noble cuna. La prole de los terratenientes no necesitan del esfuerzo para gozar de la hacienda que usurparon a las víctimas sus propios ancestros. Los propietarios de las grandes empresas, con frecuencia, son los descendientes de los que ya fueron propietarios en tiempos pretéritos... Y los que tuvieron que esforzarse por conquistar un porvenir exitoso, vuelven al punto de partida, cuando ya no hay vuelta atrás. Sus luchas un esfuerzo inútil, porque aunque en ocasiones creas que estás en lo más alto, cualquier remolino de los vientos te derriba para acabar mordiendo el polvo de la tierra.
(“Entonces, loco, ¿qué metas hay que trazarse en vida?”)
El loco calla. Tal vez esté pensando que ninguna.
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No trazarse metas. O simplemente si se trazan ver con sencillez a lo que se puede llegar. Ysi aùn asi no se llega.Seguir soñando. Tambien en lo sueños hay felicidad.
ResponderEliminarjavi sm