jueves, 1 de marzo de 2012
El correo sin alma
¡Qué agradable experiencia la de establecer contactos y relaciones a través del correo postal! En la época en la que estaba enfrascado, en la plena adolescencia y 1ª juventud, las cartas que recibía y enviaba, por lo general, iluminaban y daban brillo al devenir de mis días. Y me insuflaban la autoestima. Conservo cartas que aún retienen perfúmenes, que me transportan a aquéllas épocas, removiendo sentimientos lejanos y acercándomelos a la frontera de mi presente. Que maravilloso tener la posibilidad de acercar la pituitaria a ese sobre, con signos inexorables del paso del tiempo, y deslizarte, a través de su olor, al encuentro de momentos sublimes de tu pasado.
En la actualidad, el correo electrónico y las nuevas tecnologías, han dado un paso de gigante, en cuanto al establecimiento de la comunicación y las relaciones rápidas. Sin embargo, se mueven en un terreno de primacía virtual que deja de lado otros sentidos. La calidad física que entraña aplicar el tacto, palpando sobres y cartas, estableciendo cierto contacto físico como extensión del cuerpo del remitente, se me antoja insustituible. El aroma, la tinta, los dibujos y otra variedad de recursos icónicos, adjuntados para las diversas situaciones, configuraban un espectro de tonalidad colorista que te transmitían calidez y frescura.
Los emoticones, iconos, fotografías, músicas para ambientar el contacto de esta época, no dejan de ofrecer una gran variedad de matices y recursos, pero pienso que contienen una mayor frialdad y encorsetamiento. El desarrollo y los avances técnicos dejan con frecuencia en el tintero aspectos que eran esenciales. Nos atrapan con sus grandilocuencia colorista, mientras esconden en el fondo un pinchazo de deslealtad.
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