miércoles, 28 de marzo de 2012

Educación, liberar el genio de la lámpara

La vida de cada persona es un misterio. La originalidad con la que somos concebidos y aterrizamos en esta historia nos constituye como personas irrepetibles y geniales. No importa que unos tengan mayores dotaciones intelectuales, dominio más destacado en habilidades artísticas o posibilidades relacionadas con su naturaleza física. Contemplar cada perfil de nuestros congéneres, incluso aquellas vidas que nos parecen más determinadas por aspectos defectuosos, nos harán ver la singularidad y genialidad del ser humano. Pero las posibilidades de desarrollo y crecimiento de las personas no se dan en todos por igual. Las condiciones de existencia de cada uno son tan dispares que pueden llevar a alcanzar cuotas grandiosas de perfeccionamiento o dejar al genio encerrado en una lámpara de Aladino. Si nadie la acaricia, el espíritu quedará aprisionado por toda su existencia, incluso engendrar deformidades. La educación cumple esa función de liberar al genio. Y es en los primeros años de vida y en la etapa adolescente donde la educación tiene una mayor incidencia. Todos podemos rastrear en nuestro pasado y darnos cuenta de situaciones vitales que han dejado profundas huella. Huellas liberadoras del genio o restregones destructores que nos han dejado aprisionados y subyugados en la estrechez de la lámpara. Educar no es adoctrinar. Se trata de hacer posible experiencias, facilitar caminos para explorar, crear cauces para descubrir el lugar que a cada uno quiere elegir, establecer mediaciones que posibilite a todos ser protagonistas y expresar su PALABRA.

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