jueves, 12 de diciembre de 2013
RAPTO
En la noches de tormentas, brumas del espíritu, llegan a veces lobos con piel de cordero, sicarios con sus zarpas preparadas para echar el guante a las almas descarriadas, dicen ellos. Celes está entre los jóvenes que pueden ser víctimas de las engañifas de truhanes. Es carne fresca. Ternerillo que corretea por los pasillos del castillo como por pradera sin límite, idilio de libertad. Pero también, con los vientos contrariados, se diluye, convirtiéndose en topo desvalido agazapado en las entretelas de tierra reseca. En su interior corre la sangre aún no contaminada y, por su mente, el delirio de la búsqueda. Está abierto a dejarse sorprender por reclamos más allá del mundo raquítico conocido. Dispuesto a aceptar mensajes de vaticinadores postulantes de vida novedosa, sin ni tan siquiera sospechar que no enseñan sus verdaderas cartas, la de ser falsos profetas. Por ello no se da cuenta de que lo están atrapando con piruetas dibujadas en el aire, serpentinas de colores que cosquillean en las cuencas de sus ojos.
Lo llevan retenido, haciéndole creer que es su propia voluntad la imperante en esa marcha hacia sombrías criptas. Sobre su cabeza, como aborigen transportando el cántaro de una fuente, lleva la vasija del adoctrinamiento. Es necesario cortar por lo sano, le espetan con buenas palabras. Son muchos los peligros que corre la juventud en esos tiempos. Lo decisivo para ahuyentar los peligros es someterse a la penitencia, el sacrificio, la mortificación... Y entra en la caverna sumido en un misticismo exacerbado, rayando en lo enfermizo. ¿Quién lo liberará de ese secuestro?
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¿Qué tiene retenido al loco? Cuando aún estaba cuerdo, creía estar viviendo sobre la plataforma de libertad. Desde ella se lanzaba, como helicóptero que emprende el vuelo, a la conquista de los espacios aéreos. ¡Qué bello era contemplar las siluetas de los seres humanos moviéndose en alocadas carreras por los rellanos esteparios de la vida! Y él, volando y sostenido por un ambicioso plan vitalicio, hinchado de valentía por el riesgo, pleno de tenacidad para embestir contra los vientos desenfrenados que amenazaban con romper las hélices de la aeronave imaginaria, se sentía el hombre más feliz de la tierra. Pero hoy no sabe en qué gruta se encuentra oculto, ni quiénes son los guardianes que han puesto una lancha en la entrada para no dejarlo salir. Han llegado como diablos, lo han atenazado con los garfios de su inquina, arrastrado hacia la oquedad oscura de los infiernos y empujado hacia las fauces del abismo.
Como en aquel otro tiempo, llegaron a su entorno con las artimañas de otro embrujo pero con el mismo fin de aniquilarlo. Le prometieron la luna, y él acepto entusiasmado, con la certidumbre confusa de que se estaba llenando su corazón. Mas qué pronto se dio cuenta que había caído en el cepo del ardid. Eran los mismos perros con distintos collares, ahora trincheras de lo perdido. Pero hoy las fuerzas le fallan y ni siquiera lucha para liberarse del secuestro. Está enredado en la madeja de un enorme ovillo.
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