martes, 3 de diciembre de 2013

MIRADA OBLICUA

Sobre el joven Celes, se remolinan las auroras de agitación y efervescencia adolescente. Afluyen a su cabeza ideas antagónicas y variopintas. Desde las más grandilocuentes a las que rozan la vulgaridad. Con frecuencia le acechaban sueños de grandeza. Llegar a ser un personaje significativo que deje una huella imborrable en la historia. Ensoñaciones que van desde ser un artista de renombre a un comprometido misionero en el Tercer Mundo; un extraordinario científico a un aventurero periodista; un novelista de prestigio a un ilustre médico entregado por entero a la erradicación de la enfermedad. Otras veces cambia de tercio, y se diluye en expectativas que rayan el nihilismo abandonado, como el ser un errante vagabundo marchando por los caminos, con la guitarra a cuestas, deleitando con sus cantos y la recitación dramática de un rapsoda. Sus pensamientos vagan también descontrolados por los terrenos de imperativos revolucionarios. Quiere cambiar el mundo. No le gusta lo que observa de injusticia y sinsentido. Habría que instaurar otro orden diferente para la existencia humana. ¿Quedarán todos estos reclamos disueltos el tiempo y atrapados en el castillo donde habita?
---- No sé como puede estar el loco, tanto tiempo, colgado en lo alto de la espadaña. Podría ya descender, y volver a mantener con sus congéneres, los diálogo soterrados, cargados de insustancialidad y quiebros inoportunos. Pero él no puede, o se niega a bajar al coso de las imposturas, donde se lidian faenas falsificadas y de reducido vuelo. Si pudiera saltaría de rama en rama, como “el barón rampante” de Italo Calvino, para no tener que contaminarse con las miserias en las que ha caído este mundo desorientado. Es tan ruin el suelo sobre el que se camina... Los viandantes chocan confusos los unos contra los otros; persiguen metas postizas; se agobian por problemas sin importancia y a los verdaderos no les prestan ninguna atención; compran productos compulsivamente y los dejan arrinconados en los barbechos del olvido; se duelen del desamor, pero no se comprometen en remozar sus corazones maltrechos; construyen parapetos entronizando el sagrado valor del vivir “el momento”, como si hubieran descubierto la gran sabiduría... ... ¿Mejor contemplar todo desde arriba, ver pasar la vida, sin inmiscuirse en esta deriva, sin objeto, que marcha presa de libre albedrío?

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