viernes, 29 de noviembre de 2013
REBELIÓN
Que cuelguen de los torreones las banderas de la rebeldía. Hay que romper las barreras de la sumisión. Porque de nada le sirve al cobarde enredarse en su ovillo cerrado y evitar los conflictos que le puede acarrear sinsabores. Ponerse al frente de la expedición, esa es la consigna que desde su interior siente el joven Celes, cuando ve a sus compañeros dispuestos para la batalla. No es una lucha cruenta, se trata de plantarse ante el profesor, que atiborra de apuntes a sus alumnos y los somete a exámenes traicioneros, sin visos de racionalidad.
Se va despertando la sensibilidad por la injusticia, y el impulso por comprometerse lleva al grupo a una rebelión en las aulas. Y aunque al final claudica la revuelta se han dado los primeros pasos para no tragar con todo lo que venga, ni comportarse como mansos corderos ante la adversidad.
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En otro tiempo está el loco, a quien le quieren quitar hasta el derecho a la queja. Ya no es tiempo para levantarse. O tal vez sí, quien lo sabe. Tal vez alguna mañana el sol le transmita el valor para enfrentarse a la carga de materiales que lleva dentro de su zurrón. Esos materiales injustificados con los que se ha dejado cargar por la vida. Muchos maestrillos han puesto sobre sus espaldas enseres innecesarios, sufrimientos sin justificación, inquietudes que no llevan a ninguna parte, y que le han impedido vivir desde la sencillez de lo simple. Sí, quizá algún día, como surgido de un tarro de alquimista, surja la fuerza para enfrentarse a los diablos que le acorralan y se desprenda del fardo que no le deja avanzar. Cuando llegue ese día, habrá ganado la principal batalla que debería realizar en su vida.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
El Espíritu Nacional
Del exterior de la fortaleza, un par de veces por semana, llega un personaje con engreimiento marcial. Su misión es instruir a los jóvenes aprendices de la vida, para que lleguen a ser dignos y valientes adultos, defensores de los valores patrios. La imaginación desbordada de Celes lo recrea como un personaje de cuento. Podía ser un ogro de dimensiones gigantes, alto como un pino, porte de lanzador de jabalina, mostacho hitleriano, movimientos estrambóticos que se hacen amenazadores cuando se va acercando con sus zancadas de tétrico emperador. Lo han reclutado para aleccionar en los valores políticos: “Formación del Espíritu Nacional”; y Celes piensa que sus enseñanzas no son más que dardos de adoctrinamiento malévolo, lanzados sobre la diana frágil de vidas vulnerables. Y él prefiere apartarlo al desván de su imaginación, donde sus enseñanzas se diluyan, como un cuento dentro del cuento.
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La tormenta de sus devaneos deja una carga metálica sobre las sienes del loco, electricidad sin canalizar que le produce punzadas atosigantes. Siempre le ocurre. Va acostumbrándose a estas resacas que sobrelleva como una secuela asociada a sus arrebatos de chalado. Todo tiene su precio, y él tiene que pagar el suyo por haberse encaramado a la cucaña de la enajenación. Algún día, quien sabe si será más pronto que tarde, cualquier movimiento brusco puede hacerlo descender, resbalar por la superficie sebosa del poste al que se ha subido. Pero mientras ese posible incidente puede llegar, sigue dando vueltas a la noria de los principios sobre los que se sustenta la vida.
“¡La inmensa mayoría de los ciudadanos están adoctrinados! ¿O alguien cree que pensamos libremente? No sé si estamos educados en “El Espíritu Nacional”, pero es difícil encontrar a alguien que funcione con impulsos originados en registros originales, los ideales se han echado a las cloacas del olvido”. Y el loco termina por ahuyentar las punzadas de su cabeza.
(“Ay, loco, ¿no será que, en el fondo, te sientes protegido observando pasar el mundo desde lo alto de tu atalaya?”)
lunes, 25 de noviembre de 2013
EL RÍO DE LA VIDA
El adolescente es un río de meandros que se dirige a la adultez sin garantías de éxito. Ese fluir sinuoso deja a muchos colegas enfangados en cualquier recodo del trayecto, piensa Celes, incapacitados para desembocar como torrentera diáfana en el mar del porvenir. En la mente de nuestro joven se libra una batalla. Desea poner todo su empeño para facilitar el desarrollo; abordar los vericuetos por donde avanzar juntos hacia una meta que es en realidad una salida de tanteo. Pero, a su vez, duda. “¿En realidad merece la pena?”. Varios de los que con él habitan, dentro del Castillo, le vuelven la espalda. El se lanza a proponer cauces de diálogo, de búsqueda conjunta, de reflexión sobre los problemas que atañen, no sólo a ellos (jovencitos de escaso vuelo), sino al conjunto del ser humano. Mas no importa que haya quien se niegue a montarse en ese carruaje. Se realizan tertulias; afloran debates espontáneos; se crean grupos para realizar salidas y excursiones fuera de los muros de la fortaleza; algunos apuestan por el ocio creativo; se organizan festivales llenos de colorido, donde cada uno muestra la faceta artística más destacada... Y Celes descubre que ha prendido la mecha apasionada de forjar un porvenir no escrito. Se puede inventar el futuro.
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¿Qué piensa el pobre loco? Es mejor dejarlo en su estado de languidez. Hoy no está para inventar nada. Todo está ya inventado. Y los inventos, que creía haber sacado de sus propias manos, fueron copias de otros inventos intrascendentes para la vida. Sí, le hicieron feliz durante un corto periodo, pero murieron dejando atrás rastros confusos de su paso fugaz. ¿Es el momento de dejarse llevar por el río de la vida? ¿Para qué luchar contra corriente? Con lo fácil que resulta seguir los dictados de los que llevan la batuta y no salirse del redil ni del papel que te tienen asignado...
martes, 19 de noviembre de 2013
UTOPÍA
El bosque enmarañado de ideas elocuentes y presagios proféticos crece exuberante. Se asoma a un ventanal del castillo y, en la líneas visibles del horizonte, el joven interpreta los perfiles del futuro, como la gitana que lee en la mano de un aprensivo, lo que le depara el porvenir. Como si todo el caudal de la vida se hubiera adueñado de él se siente con la fortaleza suficiente para mover montañas. El mundo tal como es (con sus miserias, arritmias de envejecido trashumante, puercoespín que clava sus púas cuando intentas atraparlo entre las manos...) no muestra un semblante como para regocijarse con su trayectoria abyecta. Pero todo puede cambiar, sólo hay que empeñarse en trasformar las estructuras que lo mantienen en la órbita del egoísmo, los intereses tóxicos de los potentados, los mediocres afanes de los conformistas... Comprometerse para dar la vuelta a un dinamismo enfermizo. Esa es la apuesta para que algún día lleguen la paz, la concordia, la justicia, la distribución equitativa de la riqueza, la participación democrática de los ciudadanos, el tiempo en el que todas puedan expresar su palabra. Y ahí estará él, en el frente de esa batalla para forjar unos tiempos nuevos.
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No son gigantes, son molinos, piensa el loco. Pero molinos descomunales que han invadido los resortes y cauces por donde circula la vida. Han taponado todas las entradas a las grutas de la esperanza. Y las lanzas de los quijotes se han destruido en esa lucha desigual, hechas trizas entre las aspas enloquecidas que se mueven sin sentido ante el rigor de huracanes turbulentos.
(“Pobre loco, ¿qué pensabas...? No hay lugar para la utopía, ni espacio para cobijar los corazones dispuestos a amar gestando sueños”).
lunes, 18 de noviembre de 2013
FASCINACIÓN
La chica de ojos azabache volando sobre sus sueños. Celes envuelto en una nube de algodón bailando con ella sobre las baldosas de un local improvisado. Los músicos orquestando su arcaico repertorio sobre un remolque, haciendo equilibrios de malabaristas entre bafles de sonidos estridentes, iluminación entrecortada y macilenta, y precauciones para evitar el salto de los fusibles. Le llega la frescura de una fuente que serpentea, el olor a rosas cuyos pétalos descienden por una cascada de agua con reflejos de cristal. Estrecha con delicado deleite el cuerpo ágil de la muchacha convertida en musa. Y siente la plenitud de la vida. El mundo se ensancha, fuera del castillo, convirtiéndose en una inmensa pradera donde bailar interminables valses, ciñendo la cintura del amor de sus fascinación.
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La verdad está en aquello que abandonamos: los juegos de niños, los campamentos de infancia, las amistades de la adolescencia, el primer amor… La adultez es una estúpida patraña. Un señuelo que nos confunde y nos hace morder el polvo.
Se han agostado los musgos de invierno. Los niños que correteaban por el lejío eran mis hermanos, trotando por el borde del hambre y la miseria, pero llevados en el zurrón confeccionado con los lastres de desechos compartidos. Sangre de la misma sangre, padre y madre en nuestro norte de brumas y amor sometido a las ráfagas de los vientos contrariados…
El loco desea recoger todos los fundamentos en el pliego de descargas por los errores cometidos, y se da cuenta que la mayoría se le escapan.
viernes, 15 de noviembre de 2013
EL MITRADO EN SU LABERINTO
Llegó el obispo al castillo para realizar la reunión, visiblemente incómodo con la mitra que el ayudante le había puesto sobre la cabeza. Dejó a un lado la parafernalia debida a su alta alcurnia despojándose de los ornamentos sublimes y quedando a merced de una humilde sotana y el alzacuellos almidonado. Y reunió al equipo. Se dispuso a hacerles partícipes de la nueva disposición: había que cambiar el régimen educativo aplicado sobre los huéspedes de la fortaleza: los jóvenes que se instruían para enfrentarse a los designios de un futuro inseguro. Algunos de los insignes próceres encargados de guiar al grupo se aventuraron a realizar objeciones a dicho proyecto.
- ¿Cómo encontrarán ellos a Dios si no los obligamos a encerrarse en las capillas, o si dejamos de meter en vereda y llevar a las mazmorras a los que se desvían de la correcta senda?
Pero la firmeza del mitrado no dejaba lugar a la duda, el horizonte que debían contemplar, desde las almenas del castillo, los moradores de aquel baluarte, era el de la libertad.
- ¿Supone, reverendo padre, que Dios se encuentra encerrado en las mazmorras o en los espacios cerrados donde no entra ni la luz ni el aire fresco?... Créame si le digo que, o Dios está en los espacios libres o no está en ninguna parte.
Los nostálgicos del antiguo régimen no tardaron en ser relevados de las funciones. Muy pronto llegó el remplazo con nuevos acólitos identificados con la nueva misión. Así el ágora del saber y la orientación a una vida dignificada recibió el impulso de la esperanza. Y los jóvenes del castillo miraron de frente la aurora de la libertad.
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Las fuerzas reales están en la mano de los que quieren que nada cambie - piensa el loco - Por eso las aventuras por construir un mundo más humano acaban en fracaso.
Y el loco recibe una sacudida de profunda tristeza. En su rostro se ve reflejada la amargura que le ha sobrevenido tras haber creído en una vida diferente.
- Los contrarios a la libertad inician guerras clandestinas difamando a los gestores comprometidos con el cambio, ponen trabas y buscan adeptos para la causa de la sumisión. Someter a la grey para que nadie se desvíe del cauce establecido. Y no paran hasta que logran que los que lideran movimientos contrarios a sus intereses, caigan en desgracia y sean desplazados a lugares donde ya no tengan influencia sobre los dispuestos a seguir la estela de sus utopías.
(“¡No sabes lo que dices, loco!. La vida es una pradera donde cada uno campa a sus anchas. Un espacio para gozar del libre albedrío y no se necesitan ni líderes ni profetas que iluminen sendas diferentes por las que avanzar”)
Y, como tantas veces, el loco calla. En su rostro se dibuja una mueca de nostalgia y el sentimiento áspero de no haber comprendido bien el sentido de esta vida que corre veloz en los lomos de un corcel desbocado.
jueves, 14 de noviembre de 2013
CASTILLO DE NAIPES
Ya había dejado de ser Celemín. Todos lo reconocían como Cele, el jovencito que destacaba dentro del castillo en áreas a las que se le atribuía especial distinción. Entre ellas la de competiciones y torneos de tinte atlético. No es que sobresaliera entre las grandes figuras, pero había tenido alguna actuación relevante en ciertas competiciones en las que había participado. Esta fue la razón por la que, en momentos extraordinarios, salía del castillo para batirse en duelos con competentes deportistas.
Pero Cele se encontraba extraño en las disputas con atletas destacados. "Extraño y fuera de lugar", entre tantas figuras. Tenía la impresión de que, a lo largo de su aún corta existencia, se iban repitiendo no pocas circunstancias y acontecimientos en los que se sentía presa de esa misma sensación: participar por accidente en algo en lo que inicialmente no parecía estar destinado para él. Este supuesto intrusismo le configuraban como una persona sumida en una vivencia contrapuesta: por un lado sentirse en una atmósfera de grandiosidad, tocando lo sublime, participando de lo reservado a los dioses del Olimpo...; y por otra, cercano a la vulgaridad, la mediocridad, rondando el fango de los "desheredados".
¿O tal vez esta perspectiva de sentimiento dual, era la común a todos los mortales? ¿Pasar por la vida a caballo entre la grandeza y la miseria? ¿Es esto lo que identifica a la especie como genuinamente humana?
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Lo tiene claro el loco, en su visión desmesurada de la vida: “no hay grandeza para los que volvieron del exilio” (“¿de qué exilio, loco?”) Y el loco se siente sorprendido por la duda.
El exilio de aquellos que abandonaron su lugar, su pequeño huerto, sus amigos de infancia, a la chica de pecas que fue su primer amor... Enloquecieron en la búsqueda por aspirar a metas demasiado sublimes.
(¿Qué dices, loco? La esencia de la vida está en perseguir la gloria, el crédito, la riqueza, el poder, la mujer ideal..., no darse nunca por vencido...)
Al final, la historia pone a cada uno en su sitio. Los hijos de los reyes reciben la herencia gratuita por haber nacido en noble cuna. La prole de los terratenientes no necesitan del esfuerzo para gozar de la hacienda que usurparon a las víctimas sus propios ancestros. Los propietarios de las grandes empresas, con frecuencia, son los descendientes de los que ya fueron propietarios en tiempos pretéritos... Y los que tuvieron que esforzarse por conquistar un porvenir exitoso, vuelven al punto de partida, cuando ya no hay vuelta atrás. Sus luchas un esfuerzo inútil, porque aunque en ocasiones creas que estás en lo más alto, cualquier remolino de los vientos te derriba para acabar mordiendo el polvo de la tierra.
(“Entonces, loco, ¿qué metas hay que trazarse en vida?”)
El loco calla. Tal vez esté pensando que ninguna.
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