Qué importante es ir afianzando, desde la infancia hasta la madurez, una
escala de valores (principios éticos, virtudes, cualidades). Esta escala
constituirá la columna vertebral para no andar por la vida dando tumbos. Desde
esta integración uno puede situarse y tomar partido ante todo lo que le rodea
con base sólida y enjuiciar los acontecimientos desde una perspectiva personal.
No desde posturas que te llegan desde fuerzas clandestinas, interesadas en tu
manipulación.
Y desde esta escala, cada persona se ubica en un marco de ideología.
La ideología es fundamental para el hombre. Es el cuerpo de ideas
estructuradas de un modo coherente, en base a una escala de valores. Sin ideas
la persona es una marioneta esclava de quien quiera manipularla. Ahora bien,
una cosa es tener una referencia ideológica y otra, el seguimiento acrítico de
ideologías. Es peligroso seguir a ideologías externas, porque con frecuencia,
éstas pueden estar desvirtuadas, se alejan de los principios por los que se
generaron y pierden el valor fundacional que le daban su fortaleza moral. Es
entonces cuando se hace perentorio volver a las ideas del origen, y así poder
renovarlas de continuo.
Las ideas hacen posible que uno se sitúe críticamente y percibir de este
modo qué es coherente, que tiene sentido y que carece del mismo.
Así, volviendo a las fuentes de las ideologías, que generalmente surgen
tras experiencias significativas y la reflexión sobre las mismas, uno puede
identificarse o no con ellas.
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