jueves, 19 de septiembre de 2013

ENIGMA

Hace muchos años habitaba en el reino de los sueños un joven inquieto que se debatía en las pendientes de la vacilación. Moraba en un castillo rodeado de otros jóvenes intrépidos y atrevidos que trataban de labrase un porvenir en el ocaso de una época que había empezado ya a desvanecerse. En una noche iluminada abría un boquete en la opacidad de sus recursos para lanzarse a un porvenir incierto. Pero se debatía entre las olas de la duda. ¿Qué estela era la adecuada para vivir en armonía? ¿A qué santo encomendarse para arremeter sin reserva la conquista de las metas más fervientemente deseadas? Pasaron varios lustros. Y en una ofuscada travesía, hacia la pendiente de la nada, habitaba un loco, desmelenado, contrito y carente de objetivos. Era el superviviente de una guerra que no había iniciado, pero que lo atrapó cuando transitaba hacia la esfera de la plenitud. Esa etapa, donde los atrevidos a nadar contra corriente, aspiran a conseguir el esplendor que le tienen reservados los dioses del Olimpo. Pero a él le habían negado el beneficio atribuible a las hazañas: el laurel de los atletas que compitieron con bravura. No se sabe qué delito cometió al ardid de su aventura, pero el arbitrio del destino lo dejó desposeído de la grandeza de su búsqueda.

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